En la isla Desolación, confín del Estrecho de Magallanes, Graciela Pavic encontró un extraño objeto, una pieza de un ejército malogrado que Sarmiento de Gamboa colocó allí por orden de Felipe II para defender el estrecho de los ataques de los corsarios. Un autómata. El mismo que enseñó a los abuelos de Oliver Griffin cuando en los años veinte y en su viaje de novios visitaron Punta Arenas. El mismo que empuja a Griffin, español de origen irlandés y hombre obsesionado por la invisibilidad, hasta la capital del Estrecho, para intentar reconstruir la historia que se oculta tras la mirada atenta del autómata.
